A finales del año pasado, nos metimos en la compra de un nuevo coche familiar. Sin hacer publicidad de la marca, os diré que para mí, aunque era conocida, no era un referente. Apenas había oído hablar de ella, y apenas recordaba haber visto vehículos de esta casa por la calle. Conocida pero irrelevante para mí. Sin embargo, nos hablaron bien de ella, fuimos al concesionario, y nos interesó lo que vimos. Desde ese día, veo decenas de vehículos de esta marca por la calle. Literalmente, decenas ¿aparecieron de repente? no. Siempre estuvieron ahí. Pero mis expectativas las pusieron en mi ‘radar’
El que te he contado es un ejemplo cotidiano de la llamada atención selectiva en el que la atención, sin una intención consciente y mediada por la relevancia o las expectativas generadas, se dirige hacia un estímulo concreto que pasa a ser relevante (vehículos de la marca que se va a adquirir en un corto plazo y sobre la que se ha recabado información)
Esta atención selectiva (también conocida como atención focalizada) es, en líneas muy generales, un recurso de nuestro cerebro (concretamente del Sistema Atencional Posterior, o SAP) para manejar la información que recibe sin llegar a desbordarnos, y consiste en nuestra capacidad para seleccionar un estímulo en presencia de otros estímulos distractores. Implica por tanto, una tarea o una labor de priorización de estímulos relevantes sobre aquellos irrelevantes y que pueden distraernos de la tarea.
En definitiva, es elegir y focalizar en aquellos estímulos relevantes para nuestro objetivo, sin que los irrelevantes o distractores nos desborden y afecten a nuestro rendimiento.
Esto encaja y cobra mucho sentido en el ámbito deportivo, en el que el deportista debe obtener el mayor rendimiento posible lidiando con una cantidad considerable de elementos de distracción, ya sea externos (el público, las instrucciones del entrenador, otros elementos ambientales como el clima, etc…) como internos (nuestro diálogo interior, sensaciones de dolor o cansancio, etc…), y donde también existen múltiples elementos relevantes a los que hay que atender, en ocasiones de manera simultánea (el agarre del rival, indicaciones del árbitro e instrucciones del rival en judo, posición de rivales, compañeros y balón en baloncesto, etc…)

Es necesario, además, que esta atención bien dirigida pueda ser sostenida durante el tiempo necesario para alcanzar el objetivo. Atención selectiva y atención sostenida (lo que popularmente llamamos concentración) son, por lo tanto, una combinación crucial para el éxito.
Y todo ello repercute, en gran medida, sobre nuestra capacidad de autocontrol, la cual a su vez media en otros elementos relevantes como nuestro nivel de activación o nuestra toma de decisiones. Podemos hacer el entramado más o menos complejo a la hora de entenderlo, pero la idea clave es que la atención es un elemento esencial que está presente en muchos de los procesos y variables a nivel psicológico en el rendimiento deportivo.
Y volviendo al ejemplo inicial, si las expectativas o la relevancia atribuida a un estímulo determinado contribuyen a guiar de manera tan eficaz nuestros recursos atencionales casi sin quererlo, si existe una atención selectiva y sabemos que se ve influida por otros procesos mentales, entonces parece razonable que podamos buscar una atención centrada en los aspectos relevantes de manera deliberada, fortalecida a través del entrenamiento, organizando las sesiones para favorecerla y diseñando ejercicios específicos para ello, y anticipada a la hora de preparar la estrategia y la participación inmediata en la competición.
A partir de aquí, y en la práctica, podemos contar con diversas estrategias que serán más o menos adecuadas en función de lo que se persiga y de las circunstancias en las que nos encontremos. Planes atencionales previos al periodo activo de la competición, autoinstrucciones y palabras clave orientadas a la tarea o estímulos relevantes, rutinas diseñadas previamente para ejecutar antes de una acción concreta (un tiro libre, un penalti, un saque en tenis…), concentración en nuestra respiración para regular nuestra activación, ejercicios de visualización sobre ejecuciones concretas o sobre posibles situaciones que se prevén… La preparación, una vez más, es clave para el éxito.
Como conclusión, y a modo de cierre, considero que nuestra capacidad para dominar activa y deliberadamente nuestro foco atencional es una de las piedras angulares de nuestro rendimiento en general, y deportivo en particular, por estar presente de un modo u otro, directa o indirectamente, en la mayor parte del resto de variables psicológicas que intervienen en él. Es, a mi juicio, la capacidad que marca la diferencia.
