El peaje por ampliar tus posibilidades

Que algo funcione y de resultados, no quiere decir que sea necesariamente correcto, o al menos que sea la mejor opción posible y la que nos va a dar los mejores resultados. Es pura lógica. Por buenos que seamos técnicamente, siempre podremos ser, al menos, un poco mejores.

Hasta los más grandes del deporte han tenido que pasar en algún momento de su carrera por cambios en su juego o en su técnica que, bien por circunstancias que lo requerían, bien por aspirar a ampliar sus posibilidades de rendimiento, les ha llevado a tener que realizar un trabajo específico de perfeccionamiento o mejora. Messi, por ejemplo, declaró haber cambiado su estilo de juego para ser un jugador más colectivo frente a su individualismo inicial. Y en tenis, Roger Federer tuvo que perfeccionar su revés e incorporarlo más a su forma de jugar para poder hacer frente a un Rafa Nadal que le tenía tomada la medida, cambiando la dinámica en los siguientes encuentros con el español. Son sólo dos ejemplos de cómo el deportista debe hacer frente a cambios para poder seguir progresando y mejorando en sus respectivas disciplinas.

La edad y el paso del tiempo, un cambio a una liga diferente, una lesión importante, un rival que se nos «atraganta», o simplemente aspirar a nuevos retos para los que nuestro repertorio técnico se queda corto, son sólo algunas de las razones que pueden llevarnos a trabajar en un cambio en nuestra técnica. Una especie de… reinvención deportiva para adaptarnos a las circunstancias y seguir manteniendo el nivel o superarlo. Una tarea nada fácil.

Y es que, a diferencia del aprendizaje o la adquisición de nuevas habilidades, en este caso hablamos de cambiar algo que ya dominamos y que tenemos muy afianzado dentro de nuestro repertorio y nuestro estilo a la hora de competir. Algo que, además, hasta ahora nos ha funcionado y nos ha reportado beneficios en el terreno de juego, reforzando cada vez más la ejecución de esta conducta.

Cambios de este tipo requieren salir de la (popular) zona de confort, suponen una inversión a nivel de esfuerzo físico y mental y, muy importante, una bajada en el rendimiento inmediato que puede llegar a ser notable. Costes importantes que el deportista debe conocer, analizar, y asumir. Como siempre, la comunicación y el diálogo entre deportista y entrenador/a se hace fundamental para anticipar y centrar expectativas de rendimiento a corto plazo y clarificar beneficios a medio/largo plazo antes de diseñar y poner en marcha el plan de entrenamiento específico. Es esencial conseguir el compromiso del deportista y desarrollar su motivación por el nuevo objetivo.

Analizar y debatir poniendo en la balanza costes y beneficios en el corto y medio/largo plazo, emplear modelos relevantes (como los que he comentado al inicio de este post) que sirvan de ejemplo y generen motivación, establecer objetivos de realización en competiciones marcadas para tal efecto y hacer un seguimiento oportuno, dar un feedback adecuado y objetivo, o usar programas de reforzamiento que consoliden la nueva conducta son algunos de los recursos con los que se puede ayudar al deportista a pagar el peaje temporal que deberá asumir por una mejora en su rendimiento deportivo.

Un riesgo importante es que durante el proceso de cambio, el deportista caiga en la tentación de llegar a emplear la técnica antigua, obteniendo muy probablemente buenos resultados con ella, y sesgando así la percepción sobre la nueva (que sería negativa) con respecto a la anterior (que saldría reforzada) Conviene anticipar esta situación para evitar que se produzca en la medida de lo posible.

Otra medida básica a tener en cuenta es establecer el momento de trabajar la nueva habilidad lejos de las competiciones importantes, y usando los periodos de competición menor para introducir progresivamente el uso del nuevo gesto técnico y reforzándolo cada vez que sea empleado en el momento adecuado y de la forma correcta (da igual el resultado) Lejos de la competición es cuando podemos permitirnos ‘innovar’ y un cierto margen de estrés asociado a estos nuevos aprendizajes para el deportista.

Salir de la célebre zona de confort conlleva incomodidad, incertidumbre, falta de confianza, estrés, y un punto extra de esfuerzo físico y mental que convienen ser vistos como inversión a medio/largo plazo para obtener beneficios que, siempre, deben ser interesantes y atractivos para el deportista. El objetivo, siempre, no es estar fuera de la zona cómoda, sino ensancharla, ampliarla, y adaptarnos a las circunstancias y momentos para ser cada vez un punto mejores de lo que éramos antes.

 

 

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