Leo con curiosidad una noticia de esta semana que dice que «las categorías infantiles del fútbol gallego optan por eliminar los goles de sus resultados» y en su lugar, marcarán 1, x o 2 para reflejar los desenlaces de los partidos. Todo esto, dicen, por respeto a los niños.
Bajo mi punto de vista, el deporte es un vehículo perfecto para la educación y la transmisión de valores que trascienden y viven más allá de los límites del campo o la pista. Puede convertirse en una buena formación para la vida. Aunque como todo vehículo, si no se lleva con diligencia, podemos estrellarnos y que las cicatrices, de un modo u otro, permanezcan para siempre.
El planteamiento de la iniciativa que se ha lanzado desde el el fútbol gallego para las categorías inferiores me parece bienintencionado, comparto el trasfondo de la cuestión, pero no la decisión, que me parece más un «ojos que no ven, corazón que no siente». Desde el Racing Club Ferrol, el Club impulsor, parten de la premisa de que «a esa edad, es mejor educar en la deportividad en vez de la competitividad», para a continuación afirmar, en boca de su director deportivo, que «lo único que importa del resultado de un partido con niños es si han ganado, empatado o perdido», algo que, ciertamente, resulta contradictorio con el mensaje de partida.
Porque el resultado, cuando hablamos de deporte infantil e independientemente del número de puntos, goles o el modo en que se mida, no debe estar jamás por encima de valores como el compromiso, el compañerismo, la solidaridad, el respeto, etc… y estos son independientes del marcador final.
Competir es parte del deporte, otra cosa es la connotación que le demos. Y competir implica cooperar (especialmente en deportes colectivos), competir implica esforzarse, implica prepararse, implica marcarse objetivos y comprometerse con ellos. Competir implica respetar al rival, implica agradecerle que dé todo a la hora de enfrentarse a nosotros. Eso también es respeto. Marcarle 12 goles al rival, y al terminar el partido acercarse a cada uno de los jugadores para animarles, felicitarles por el partido y desearles suerte en lo que sigue. Respetar no es contenerse, no es edulcorar la competición ocultando puntos o maquillando resultados. Si te meten 7 goles y tu no has hecho ni uno, asumes la derrota y aprendes de la situación. Ahí está el entrenador, y ahí están los padres y demás familiares para, desde su posición, ayudar al niño o a la niña a gestionar emociones, a interpretar el partido (qué hemos hecho bien, qué podemos hacer mejor, qué vamos a hacer la próxima vez), a separar el deporte de la persona… la competición plantea mil oportunidades de crecimiento.
¿Y los padres y entrenadores?, ¿qué hacemos con ellos? Hace poco salió en las noticias el enésimo episodio violento con un padre por protagonista enfrentado a un árbitro. Y de fondo los chavales, quizá avergonzados, o quizá viendo aquello como algo normal (ojalá lo primero, mal menor) En cualquier caso, si hay un foco sobre el que volcar todos los esfuerzos, está en las gradas. Y en los hogares, que es donde a veces se calientan los ánimos. Y en los banquillos, esos desde los cuales se pretende a veces dirigir a un equipo de pequeños con gran entusiasmo como si fueran un equipo de La Liga o la Premier. O la NBA, o la ASOBAL, que no todo es fútbol.
La hija de unos amigos, en mitad de una conversación «de mayores» tuvo la decencia de avisarnos con un «cuidado, que los niños somos esponjas»… y así es. Los niños ven, oyen, retienen e interiorizan con una facilidad asombrosa. De modo que da igual que les plantes un 1, una x o un 2. Reciben cada gol, encajan cada derrota abultada, afrontan cada partido perdido con el dolor de quien no quiere perder, de quien busca disfrutar. Y lo hacen conforme a cómo hayan sido educados en casa, en cada entrenamiento, al finalizar cada partido. Absorben y acaban incorporando a su repertorio nuestra manera de vivir el deporte y manejar nuestras reacciones en la grada o frente al televisor. Y al final, «humillación» es una etiqueta que hemos puesto los mayores. Démosles una visión diferente, un modelo adecuado. Cambiemos primero nosotros.
Quiero terminar con un Tuit de Angel Andrés Jiménez (@ArbitrodelaPaz) a quien recomiendo seguir y en el que podréis ver un vídeo que seguro os va a gustar. En él habla a los chavales de la importancia de jugar con respeto y honestidad. Él, y otros muchos, llevan el foco y la atención de los pequeños deportistas a lo importante, a lo que está en nuestra mano… lo demás, son cosas y prejuicios de mayores.
Charla que he dado como árbitro a los jugadores animándolos a jugar con respeto y honestidad. Este debe ser el objetivo desde ya en la base para que, con el tiempo, otra idea de fútbol se extienda. ¿Qué pensáis? @desdelabanda_es @guillenfran @lparbitrofutbol @ElArbitraje @marca pic.twitter.com/jYT3bPVLAD
— Ángel Andrés Jiménez (@ArbitrodelaPaz) April 28, 2018
