¿Qué tiene la competición (que hace que fallemos en lo que nunca fallamos entrenando)?

Esta semana, entrenando con los compañeros en el tapiz, nuestro maestro comentaba cómo al llegar a una competición, es habitual que uno falle en aquello que, durante los entrenamientos, nunca o casi nunca falla. Y se preguntaba, retóricamente, «¿Qué tendrá la competición?»

Porque, evidentemente, alguien tan experimentado como él sabe bien que la competición dista mucho del día a día en los entrenamientos. No es raro ver deportistas que rinden muy bien en las sesiones de preparación pero «pinchan» al competir. Es todo un clásico. Y a veces, también un quebradero de cabeza para quienes intentan sacar lo mejor de ellos/as.

Pero entonces ¿qué tiene la competición? «lo que no tienen los entrenamientos», respondí a mi maestro al momento.

En la competición te juegas lo que no te juegas en un entrenamiento. Meses de trabajo se ponen sobre el terreno de juego en cuestión de minutos o incluso segundos. Te juegas un título, una clasificación, una temporada entera…

Un error tiene un coste infinitamente mayor. Cuando practicas, cuando te estás entrenando, fallas, te fastidias, pero te vuelves a levantar para seguir intentándolo. Cuando estás compitiendo, un error puede ser la diferencia entre ganar o perder. Y en determinadas disciplinas es especialmente más «caro» por lo que la presión es significativamente más alta.

También hay mucha presión por la evaluación social que implica competir. Ya sea a un nivel más pequeño, local, en el pabellón de tu barrio, o a un nivel más pro, con un público mayor, o incluso expuestos al escrutinio de los medios.

La novedad de un entorno que no es el habitual, el enfrentarte a rivales «reales» a los que no conoces tanto como a tus compañeros/as, o situaciones concretas que no encuentras habitualmente en las sesiones preparatorias (levantar un marcador adverso, competir con decisiones arbitrales desfavorables, etc…) son otros de los muchos elementos que diferencian la competición del entrenamiento y hacen de la primera una situación potencialmente muy estresante, lo que puede llegar a afectar notablemente a nuestro desempeño.

Entrena como esperas tener que competir

Vale. Si tan diferentes son las condiciones de entrenamiento y competición, y si ésta última, por sus características, puede hacer que nuestro rendimiento decaiga sensiblemente ¿Qué narices podemos hacer?

Siempre digo que para competir como entrenas, tienes que entrenar como esperas tener que competir. En otras palabras, es necesario que puedas llegar a entrenar en unas condiciones similares a las que preveas encontrarte en competición. Pero lo importante de todo esto, y lo verás unos párrafos más abajo, no son tanto las condiciones del ambiente como lo que éstas nos generan a nivel psicológico (estrés, presión, activación…)

Y no, no podemos traer a tu rival a que entrene contigo, ni montar un estadio con 2.000, 6.000 o 40.000 espectadores. Nunca crearemos situaciones idénticas a las de la competición, porque es inviable. Pero sí podemos acercar las condiciones que vamos a encontrarnos, o situaciones concretas que nos interese trabajar porque, por ejemplo, nos suponen un problema habitual.

Veamos tres posibilidades:

Un recurso importante es aprovechar las competiciones menores. Esos amistosos o competiciones menos trascendentes que nos pueden servir de ensayo para las citas de mayor calado.

Otra opción interesante es organizar entrenamientos conjuntos con otros clubs o equipos. Aquí es importante que los entrenadores de ambos lados, acuerden previamente los objetivos de la sesión y las condiciones en que se va a llevar a cabo. Será importante dotar a la sesión del mayor número de elementos posibles propios de una competición. Los entrenadores de cada lado, uno o varios árbitros (neutrales y que no pertenezcan a uno u otro club), marcadores, reglas que apliquen en la competición real, e incluso público asistente. Este recurso, eso sí, conviene dosificarlo, espaciarlo, no repitiendo con los mismos rivales más de un par de veces, tres a lo sumo, a lo largo de la temporada. Y, como ocurre con el siguiente ejemplo, no hacerlo en momentos próximos a competir.

Y una tercera alternativa, quizá la más accesible e interesante, es la de organizar entrenamientos en condiciones próximas a las de la competición, así como situaciones análogas a las de la misma. Sin poder trasladar situaciones reales a nuestros entrenamientos, se trata de crear en nuestros deportistas el efecto que generan dichas situaciones. Por ejemplo, podemos enfrentalos a la presión de un marcador adverso dividiendo al grupo en dos equipos y organizando un partido que dure un minuto y en el que, de inicio, uno de los dos equipos parta con un gol de ventaja. El equipo ganador descansa, mientras que el equipo perdedor hace una serie de sprints al final del ejercicio. Otro ejemplo podría ser un ejercicio de lanzamiento de penaltis. En este punto comparto contigo un vídeo que ví en la red social X esta semana y en el que se expone un ejercicio muy interesante y que ilustra todo esto:

El vídeo del Dr. Cárdenas es suficientemente claro e ilustrativo acerca de todo esto. Se trata del valor que se le da a la situación más que a sus características técnicas. Es decir, si yo ensayo un determinado movimiento, técnica, estrategia, o una situación típica de la competición pero éstos no tienen, psicológicamente hablando, el valor que tendran llegado el momento, no estamos entrenando, realmente, en condiciones próximas o análogas a las que vamos a competir. Si yo lanzo 10, 50 o 100 penaltis al final de mi entrenamiento pero no vamos más allá de un feedback sobre cuántos he anotado, sin que los aciertos o los fallos tengan una contingencia, una consecuencia, la presión del momento no existirá. Y eso es lo que perseguimos, jugar con la presión que vamos a encontrar en el partido.

Por último, y para cerrar el círculo de esta preparación completa de cara a aprovechar todo nuestro potencial a la hora de rendir en las grandes citas, se hace imprescindible que, en paralelo, exista un entrenamiento psicológico en habilidades que nos permitan afrontar dichas situaciones ¿Algunos ejemplos? autodiálogo, establecimiento de planes de actuación, reenfoques atencionales, visualización… todas enfocadas a un objetivo concreto y que responda a una necesidad real de nuestros deportistas. Todas estas situaciones próximas a la competición serán un escenario ideal para ensayar y consolidar estas habilidades psicológicas.

Como siempre, la labor conjunta y de equipo entre entrenador/a y psicólogo/a para organizar y planificar este tipo de trabajo se hace esencial y conforma un tandem único y de calidad a la hora de hacer que el deportista o el equipo, lleguen a ser altamente competitivos y marquen una diferencia real con respecto a sus rivales.

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