Hace casi 4 años tomé una decisión de esas de las que uno no se arrepiente cuando echa la vista atrás, y que tomó la forma de un objetivo personal que, este mes, finalmente he logrado. A lo largo del camino he encontrado de todo: aprendizajes, buenos momentos, dificultades, compañeros, amigos,… y en este post, quiero compartir contigo algunas de las cosas que me llevo de esta etapa.
(Casi) Nunca es tarde. Siempre puede ser momento para retomar viejos proyectos, iniciar otros nuevos, marcarse metas, objetivos, retos… Cuando en Febrero de 2015 decidí retomar la senda que abandoné unos 20 años atrás, lo hice con ilusión, decidido, y convencido por la idea. Estaba motivado y con ganas. Tal vez el momento, las circunstancias, la edad, o los estilos de vida van cambiando con el pasar de los años. Y tal vez, los objetivos que uno se marca puedan y deban diferir, adaptarse a nuestro momento, pero siempre podemos seguir enganchados, de una u otra forma, a lo que un día nos apasionó.
La pasión es como el agua, puede chocarse con un muro, pero si este tiene grietas, termina encontrando la manera de seguir su camino. Cuando hay motivación por algo, cuando algo se desea fervientemente, siempre se encuentra la forma o la manera de seguir adelante. Puede que en determinados momentos haya que bajar el ritmo, a veces no es el momento y hay que esperar o buscar otras formas de avanzar, pero si uno quiere, en muchos ámbitos de la vida, puede. Las lesiones, las responsabilidades y compromisos ajenos al deporte, etc… pueden condicionar tu dedicación, pero siempre hay parcelas en las que puedes seguir avanzando. Lo importante es no detenerse y seguir la filosofía Kaizen orientada a las pequeñas acciones para conseguir grandes metas. Cada paso cuenta, cada centímetro avanzado suma. Cada detalle, nos hace ser mejores.
Los valores no se aprenden, se viven. Apuesto por un aprendizaje vivencial, más allá del concepto y la explicación fría. Se habla mucho de los valores que el deporte puede transmitir, y se usan listas de éstos sin pararnos a pensar en la importancia de vivirlos para interiorizarlos. En estos años he vivido en el respeto, la solidaridad, el esfuerzo, el compañerismo, la autorresponsabilidad y la disciplina que exige un deporte como éste. No he visto ningún mal gesto entre compañeros, más bien he visto cortesía, camaradería, apoyo y educación entre todos. He aprendido la importancia de saludar al contrario, ya sea de mi entorno o de gimnasios con los que hemos competido. He aprendido lo bonito de felicitar de corazón al vencedor, admirar al rival, agradecer cualquier pequeña enseñanza de compañeros que nos ayudan a crecer y mejorar.
Existen las «personas pegamento». Y con ello me refiero a esas personas que unen, que crean cohesión entre el resto de compañeros a través de pequeños grandes gestos (Grandes Carlos y Borja en este sentido) Los primeros en ayudar, apoyar, elogiar, o poner en marcha iniciativas para el resto del grupo. Y además, hacerlo de corazón y sin esperar nada a cambio. Hay que cuidar a esas personas, identificarlas para el equipo, buscarlas si es necesario, porque su labor es enorme.
El espíritu de equipo es importante también en los deportes individuales. Da igual que salgas sólo al tapiz, a la pista, a la carretera, al ring… siempre… siempre hay un equipo detrás que te enseña, te cuida, te apoya. Los mayores éxitos suelen conseguirse con el apoyo de grandes personas. He tenido un maestro que me ha enseñado, compañeros experimentados que me han aconsejado, otros que me han ayudado a pie de tapiz (Laurita, Rubén, Borja, David… ¡Grandes!)
Cada detalle suma, por pequeño que sea. He visto compañeros y compañeras que han tenido una progresión muy buena en estos años, y si algo he aprendido es que parte de esa progresión y esa mejora contínua está sustentada sobre los pequeños detalles. Cada pequeño gesto técnico corregido, cada minuto de práctica consciente e inteligentemente dirigido, cada mínimo detalle… suman, en el deporte y en la vida.
Preparar la mente es tan importante como preparar el cuerpo. Me pasó en Moralzarzal. Iba bien preparado, pero la cabeza me jugó una mala pasada y me quedé bloqueado en el segundo pumse. Analicé, corregí, y en mi siguiente campeonato trabajé mi activación, establecí una sencilla rutina antes de cada ejercicio, y noté la diferencia.

Se acaba 2018 y siento que termino una fantástica etapa de aprendizaje para abrir una nueva, un nuevo comienzo, un nuevo punto de partida en el que el contador se pone a cero y las ganas de aprender, mejorar y crecer se renuevan. Parafraseando a mi compañero Ramón López (@ramonlopeztkd): «ahora empieza lo mejor»
Felices fiestas a todos y que 2019 traiga muchos éxitos y alegrías en lo personal y en lo profesional.
