Conductas que se aplauden solas

La semana pasada fui nuevamente a entrenar, y de nuevo con el foco muy puesto siempre en una lesión bastante fastidiada que arrastro desde hace unos tres o cuatro años. Es de esas que te dejan hacer vida normal pero te limitan mucho en lo deportivo y que, además, son de muy lenta recuperación. Pues bien, las sensaciones fueron bastante buenas. Y esto no es ni casual, ni trivial para seguir progresando en mi recuperación. Te cuento.

Hablemos de motivación. Como sabes, ésta es fundamental para perseverar y mantener conductas a lo largo del tiempo, incluso a superar las dificultades y adversidades que saldrán por el camino. Esto parece algo evidente, básico. Y para mantener esa continuidad, esa motivación, es esencial tener unos objetivos ajustados, ambiciosos, que cubran nuestras necesidades, pero además es fundamental obtener refuerzos derivados de la realización de nuestra actividad.

Nuestra conducta está regulada por sus consecuencias. Y en líneas muy generales, si queremos que una conducta se repita en el tiempo, debemos reforzarla, bien dando o aplicando un estímulo agradable (refuerzo positivo) o bien retirando algo que al deportista le es aversivo, desagradable, molesto… (refuerzo negativo) El refuerzo social, es decir, el elogio, la palmada en la espalda por el trabajo bien hecho, funciona de lujo para reforzar una conducta, y en la relación con nuestros deportistas es bastante socorrido. Fácil, poco costoso, inmediato y muy efectivo.

¿Conductas que se refuerzan/castigan solas?

Y ahora te lanzo una pregunta ¿Necesitan todas las conductas ser reforzadas para mantenerse en el tiempo?, ¿O existen algunas que, por el contrario, son reforzantes por sí mismas y no requieren de este reforzamiento externo para volver a repetirse?

Éste me parece un punto interesante para considerar por parte de deportistas y, sobre todo, entrenadores/as, y sobre todo por la manera en que debemos abordarlo en la práctica. Efectivamente, hay conductas o comportamientos que se «aplauden» sólos. Es decir, que tienen una consecuencia que automáticamente refuerza (o castiga, que es la otra posibilidad) esa conducta. Como hemos dicho un poco más arriba, nuestro comportamiento se rige por las consecuencias que tiene. Cuando lo que hacemos tiene una consecuencia positiva, tendemos a repetirlo o intensificarlo, y cuando tiene una consecuencia negativa, tendemos a eliminarlo o reducirlo.

Aquí podemos ver, por ejemplo, una entrada a destiempo por actuar impulsivamente y que termina con una expulsión o una lesión (castigo), un movimiento que te permite «dejar sentado» al rival e irte en velocidad y que, evidentemente, te genera una gran sensación (refuerzo)… o, volviendo al inicio de este post, las sensaciones positivas en la recuperación de una lesión (refuerzo) después de haber sido riguroso en tus ejercicios de recuperación en casa. Este último ejemplo es muy importante cuando hablamos de adherencia a las actividades de recuperación en lesiones deportivas.

Y como entrenador/a ¿Hago entonces algo o no?

Lo cierto es que es positivo saber que habrá conductas y acciones que se reforzarán por sí mismas. Pero es importante que, como responsables de ese deportista o equipo, estemos muy pendientes, por dos motivos:

  • Tenemos que cerciorarnos de que la conducta que se refuerza es una conducta que queremos que se repita o la conducta que se castiga es una que nos conviene o al menos no nos importa que desaparezca. Por ejemplo: ausentarse de un entrenamiento puede tener como consecuencia evitar una sesión que le es dura o alguna situación que le es desagradable (refuerzo negativo, evita algo desagradable), un movimiento adecuado pero que tiene como consecuencia una pérdida de balón y un gol en contra para el equipo (castigo positivo, tiene una consecuencia negativa), etc. En estos casos debemos estar atentos para reconducir situaciones y reforzar o castigar adecuadamente cuando proceda.
  • Muy relacionado con el punto anterior, aunque una conducta sea reforzante o aversiva en sí misma, no está de más que complementemos dicha consecuencia pero, sobre todo, siempre procuremos dejar clara la conexión entre la conducta específica y la consecuencia asociada. De este modo el deportista percibe realmente la contingencia entre ambas y es más fácil consolidar el aprendizaje

Como vemos, el papel que tenemos como entrenadores/as siempre debe ser activo ante este tipo de situaciones, por muy reforzantes o aversivas que puedan ser. Disponer del conocimiento necesario a nivel de cómo funciona nuestro comportamiento nos permitirá aprovechar aún más algo que, de hecho, está ahí en el día a día.