De mal en peor: el proceso de incubación en el rendimiento deportivo

Hace ya una década, asistíamos al amargo debut en primera división de un joven canterano del Hércules. Su nombre, Kiko Femenía. Aquel día perdieron el partido pero, en su caso, logró una gran victoria.

En realidad, tuvo un final feliz, pero no necesariamente fácil, y os lo cuento a continuación… Corría el minuto 57 del primer partido de liga del Hércules frente al Athletic de Bilbao cuando, con el marcador en contra, el entrenador decidió dar la oportunidad a Femenía sacándolo al campo para disputar la última media hora del encuentro. Los tres primeros balones que el canterano tocó se tradujeron en tres fallos que acabaron con sendas pérdidas. El entrenador reprendía desde la banda, y poco a poco Kiko iba demostrando estar cada vez más «fuera del partido». Algo le estaba ocurriendo.

Al poco rato, el resto del equipo comprobó lo que sucedía: el jugador sufría un ataque de ansiedad. Perdió continuidad, se le veía sin fuerzas, le costaba respirar y debía parar de manera habitual para lograr hacerlo, a pesar de que apenas llevaba 15 minutos en el campo, inclinando el cuerpo y apoyándose en las rodillas para poder coger aire en un gesto muy evidente y que no escapó a los ojos del resto del grupo que, rápido, actuó…

Tanto el entrenador como sus compañeros tomaron la decisión de mantener a Kiko en el campo, mientras pedían al joven canterano que se recuperara, que tratara de respirar y olvidara por un momento el partido. Rufete, compañero veterano en aquel momento, fue uno de los más activos a la hora de ayudar al jugador a recuperarse y en un intento por restar trascendencia al partido, llegó a exclamar «que le den por c… al partido». El apoyo de compañeros y entrenador fue ejemplar y resultó esencial para un buen desenlace.

Kiko Femenia encarando a uno de los rivales en aquel partido (Fuente: Wikipedia)

¿Fue una decisión acertada? al cabo de un rato, Femenía fue recuperando la calma, encontrándose mejor y recuperando su juego. Sus acciones empezaron a ser más acertadas, y poco a poco se mostró más activo a la hora de pasar, recibir, incluso encarar y regatear. Recobró la confianza y superó este difícil obstáculo.

Este caso resulta muy interesante e ilustra una situación que perfectamente puede darse en la alta competición y que, de no llevarse de manera adecuada, puede acabar pasando factura al deportista. En esta ocasión, se actuó rápido y muy bien, como veremos a continuación.

¿Cómo aprendemos y mantenemos nuestros miedos?

Uno de los procesos de aprendizaje que explican la adquisición de miedos y fobias es el del Condicionamiento Clásico. Según éste, si un estímulo a priori neutro (EN) o incluso agradable (como pueda ser salir al campo con el primer equipo) se asocia a otro estímulo incondicionado (EI, capaz de elicitar de manera natural una respuesta, y que en este caso podría ser la suma de una mala actuación, la presión del marcador, el público, la percepción de no cumplir expectativas…) que genera una determinada respuesta incondicionada (RI, ataque de ansiedad), ésta puede quedar asociada al primero, que pasaría de ser neutro a estar condicinado (EC) y llegar a generar esa misma respuesta (RC).

Este mecanismo podría explicar cómo se puede originar un miedo o una reacción de ansiedad, como es este caso, ante una situación que inicialmente no la provocaba. En teoría, la exposición continuada y controlada a ese estímulo que ha quedado condicionado a la respuesta de ansiedad debería ir habituando poco a poco al organismo hasta que dicha respuesta deja de darse en su presencia (extinción) Es decir, si al jugador se le expone a esta situación de manera controlada, se podría habituar y dejar de emitir esa respuesta en tal situación ¿Cuál puede ser el problema?

Hans Eysenk acuñó el término Incubación para referirse al fenómeno por el cual una respuesta, lejos de extinguirse con la exposición al estímulo que la provoca, puede llegar a seguir asociada al mismo de manera incluso más intensa. Ésto ocurre cuando en ese proceso de exposición concurren dos condiciones:

  1. La respuesta que pretendemos extinguir es muy potente (como puede ser el caso del ataque de ansiedad comentado)
  2. La exposición al estímulo es demasiado corta (si, como en el caso que nos ocupa, hubieran retirado al jugador en mitad de su ataque de pánico)

En este caso, si se retira el EC (si sacamos al jugador del campo) en el momento en el que la RC es más intensa y aún no ha desaparecido (en medio de su ataque de ansiedad), la propia intensidad de la RC (ese pico de ansiedad) funcionaría como un reforzador de la relación entre ambos, contribuyendo a que el problema se mantenga incluso con más fuerza.

Volvemos al campo

De vuelta al ejemplo con el que hemos arrancado, ahora podemos ver cómo el equipo actuó de una manera totalmente acertada con el jugador, evitando un mal mayor que hubiera agravado la situación y supuesto un problema importante en su progresión.

Con la decisión de mantenerlo en el campo, fueron varios los aciertos:

  1. Ayudaron a que Kiko pudiera resolver por sí mismo la situación: en estos casos, es importante que el jugador salga de la situación una vez la solucione, no antes. Esto le ayuda a incrementar su percepción de control y, por lo tanto, su autoconfianza
  2. Mostraron un tremendo apoyo al compañero: éste, además, se vio reforzado por el aliento de su propia afición, lo cual es muy reconfortante y fortalece la unión del grupo
  3. Se evitó un mal mayor: si hubieran optado por sacar al jugador, esa respuesta de ansiedad podría haberse asociado con mayor fuerza al estímulo competitivo, con el perjuicio que ello conlleva, y además el propio deportista podría haber establecido una relación entre dicha decisión y su mala actuación inicial, lo que hubiera minado su confianza

Como vemos, la manera en que actuamos en este tipo de situaciones resulta crucial y se ve muy beneficiada por el conocimiento que se aporta desde la psicología. Es importante que, a modo de reflexión sobre el carácter preventivo y de mejora contínua en la preparación del deportista que siempre debemos buscar, demos al jugador recursos suficientes para afrontar algo tan exigente como el deporte de competición al más alto nivel.

Por un lado, formación. Aunque sea a un nivel básico y que abarque lo esencial y más útil para su experiencia deportiva, el hecho de ser consciente y tener conocimiento sobre lo que le sucede es un primer paso para afrontar de manera efectiva las situaciones que se vayan dando.

Por otro lado y en paralelo, desarrollo de habilidades. Dar autonomía y skills suficientes para que el jugador tenga recursos de afrontamiento efectivos en el momento en que se presenten las distintas situaciones es un plus y un paso de gigante en su rendimiento.

Y por supuesto, como ya se ha comprobado en este caso, el apoyo y la cohesión del equipo resultan fundamentales para ayudar en casos aislados a jugadores que pasan por momentos complicados. Aquí, entrenador y jugadores del Hércules lo hicieron de manera impecable.