Se rompió Gavi. Se pierde lo que resta de temporada, más la Eurocopa, más los Juegos Olímpicos. Mazazo para el chaval. Y para su Club, para su selección, y para todo aficionado al buen fútbol.
El pasado 19 de Noviembre, en el partido de La Roja contra Georgia dentro de la fase de grupos de la Eurocopa 2024, el jugador del Barça salía del campo lesionado tras un lance con Luka Lochoshvili. Rotura de ligamento y menisco que le llevó directo al quirófano. Y junto con el azulgrana, otros 19 internacionales, con mayor o menor gravedad, conforman la lista de afectados por el llamado ‘Virus FIFA’
El debate estaba servido ¿Qué precio deben pagar jugadores y clubs por este negocio cada vez mayor que es el fútbol?
Según algunos estudios, las lesiones tienden a aumentar cuanta más carga tienen los jugadores. Sin embargo, el problema no es tan sencillo como establecer una relación causal entre el número de partidos y la lesión de un jugador. De hecho, un vistazo a la temporada 95/96 en comparación con la actual basta para ver que la diferencia en número de partidos no es significativa (te recomiendo este artículo en la web de rtve que leí ayer)

Es muy probable que, como el amor al que cantaba Rocío Jurado, Gavi y el resto de figuras lesionadas, se nos hayan roto «de tanto usarlos». Pero existen múltiples factores que pueden hacer al deportista más vulnerable a sufrir lesiones. Evidentemente el desgaste físico de la temporada acaba pasando factura, y aquí la planificación deportiva que se haga resulta clave.
Sin embargo, siempre debemos tener en cuenta otras variables que afectan directamente al jugador y que deben ser contempladas en esa misma planificación, como por ejemplo el estrés. El estilo de vida de un deportista de élite en un gran club es en sí mismo una fuente potencial de estrés muy importante con muchos ingredientes que, combinados, ponen en un alto riesgo al jugador: la exigencia de la temporada, la relación con los medios, la presión y la alta competitividad, viajes frecuentes, en ocasiones con cambios de horario, clima, cultura, compromisos comerciales, momentos estresantes de la competición y el entrenamiento, conflictos personales deportivos y extradeportivos, etc…
Esta variable, el estrés, no provoca lesiones. No confundamos. Se trata de un elemento mediador que nos hace más o menos propensos a padecerlas, haciéndonos más vulnerables e incrementando la probabilidad de que, en un momento dado, nos podamos «romper».
La exposición prolongada a potenciales fuentes de estrés puede tener diferentes consecuencias para el jugador, como por ejemplo:
- Dificultades para conciliar el sueño y descansar debidamente, lo que nos lleva a estados de agotamiento físico y mental
- Problemas de motivación por la actividad deportiva, lo que puede afectar a la adherencia a entrenamiento y otras medidas necesarias
- Desajustes a nivel de activación, generando tensión muscular, problemas de atención y concentración… lo que puede afectar tanto en entrenamientos como en competición en la toma de decisiones o en la intensidad de la ejecución, por ejemplo
- Debilitamiento de nuestro sistema inmunitario, exponiéndonos a una mayor vulnerabilidad a infecciones y enfermedades
Podemos seguir discutiendo acerca de si el calendario está más o menos cargado, pero lo que es indiscutible es que debemos cuidar al jugador, trabajando para anticipar este tipo de situaciones y darle los recursos, habilidades y soporte necesarios para afrontarlas con éxito:
- Rotaciones: Tal vez haya que «usar» algo menos a los jugadores para evitar que se rompan. Mejorando la planificación deportiva, buscando un equipo lo más equilibrado posible, trabajando específicamente con el equipo de suplentes a nivel motivación, confianza, etc… de modo que los minutos y carga puedan estar más repartidos.
- Trabajo sobre el entorno: Anticipando, eliminando o aliviando posibles situaciones estresantes innecesarias apoyándonos en la planificación deportiva y el adecuado asesoramiento a entrenadores y cuerpo técnico.
- Dando descanso y descargando al jugador: Incluyendo en la planificación espacios adecuados para el descanso y la recuperación física y mental.
- Fortalecimiento mental: Ayudando a aprovechar el estrés propio de las situaciones del entrenamiento para preparar al deportista a soportarlo cuando llegue el momento.
- Trabajo sobre otras variables importantes: Ayudando al deportista a través del fortalecimiento de su motivación y su confianza como variables importantes a la hora de modular el nivel de estrés.
- Trabajando con el círculo social del jugador: Fortaleciendo los apoyos sociales trabajando sobre el entorno del jugador.
- Entrenamiento en habilidades psicológicas: Dotándole de herramientas, habilidades y recursos que le permitan gestionar aquellos momentos en los que las manifestaciones de estrés están presentes.
Ojalá Gavi se recupere por completo y pueda volver pronto a disfrutar y a hacernos disfrutar con su juego en el campo. Por delante tiene un camino en el que necesitará todo el apoyo de su entorno, compañeros de equipo y de profesión y aficionados para volver, si cabe, con más fuerza.
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