Toca, más que nunca, ser un equipo

Si algo de valor y trascendencia tiene el deporte, es su posibilidad para ser vehículo de importantes valores, tanto para el individuo como para el colectivo y, en su sentido más amplio, la sociedad. El compromiso, el afán de superación, el valor del esfuerzo,… también la solidaridad y el trabajo en equipo.

Valores que, en la historia reciente de nuestro país, hemos podido saborear gracias a los éxitos de nuestros deportistas en disciplinas como el tenis con Rafa Nadal, el Kárate con Sandra Sánchez y Damián Quintero, el baloncesto con nuestra selección, o el fútbol con la histórica ‘Roja’ que nos dio dos Eurocopas y un Mundial. Precisamente, el hecho de ‘saborear’ esos éxitos que, siendo realistas, no hemos logrado nosotros (el aficionado) de manera directa, responde a una evidente identificación y sensación de pertenencia que, durante un tiempo, unió a aficiones de distintos colores en una sola.

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Fuente: elpais.com

En los ejemplos de deportes colectivos, solemos ensalzar esa gran labor de equipo, esa unión, esa piña que jugadores, técnicos y afición han hecho para lograr el objetivo. Generalmente atribuimos ese éxito al gran trabajo en equipo desarrollado, pero en realidad, la gran mayoría no nos paramos a ver los procesos y la labor que hay detrás de ello. Un equipo de alto rendimiento no surge de la nada. Y es esencial entender esto para poder hacer una mínima transferencia entre el éxito deportivo y nuestro día a día.

Hoy, necesitamos más que nunca estar unidos. Y mirando desde mi ventana, echando un vistazo a las noticias, a las redes sociales, a mis grupos de whatsapp, tengo una ligera sensación de falta de unión entre la ciudadanía (a excepción de las magníficas iniciativas para aplaudir a sanitarios, para montar talleres y conciertos on-line, para compartir ideas con las que pasar el día a día en nuestras casas…). Unos siguen tomando a la ligera las advertencias, otros siguen lanzando dardos al Gobierno, muchos (para mi gusto) siguen sin ceñirse a las medidas adoptadas (aún veo gente corriendo o paseando por las calles, haciendo uso de la picaresca a la hora de comprar una simple barra de pan para darse el paseo o incluso tomar prestadas mascotas para salir dar una vuelta. Increible esto último)

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Fuente: Pixabay (autor: Geralt)

Mi primera reflexión es que en un inicio no hemos entendido el objetivo colectivo que nos han marcado. Y ni mucho menos lo hemos hecho nuestro. Aún hay quien tira a lo suyo, a salvar el culo y no morir por el camino («los que mueren son los viejales», escuchaba recientemente, palabras bastante despreciables) Stephen Reicher, especialista en Psicología Social, apunta lo siguiente: «Cuando una amenaza se enmarca en términos grupales en lugar de individuales, la respuesta pública es más sólida y más efectiva” Toca abandonar las individualidades para ponerse al servicio del colectivo. Lo que está en juego no es ponernos malos o contagiar a nuestros seres queridos. El objetivo es ayudar a frenar el colapso del sistema sanitario de nuestro país. La estrategia para este «partido» es la contención. Pero si no lo hacemos todos juntos, no será posible.

Otro punto que se me viene a la cabeza es si hemos entendido bien nuestro papel, nuestro rol, dentro del conjunto de la sociedad para lograr este objetivo. Y si, una vez entendido, estamos dispuestos a aceptarlo. Toca entender nuestras tareas y responsabilidades. No como medio para evitar una sanción, sino para repercutir en el bien colectivo. Es más efectivo entender el sentido de nuestras acciones y su repercusión, entender lo significativo que puede llegar a ser cualquier acto que a priori nos parece irrelevante, que cada 1% que hagamos en nuestro día a día, suma hasta ser un 100% si todos arrimamos. Toca ponerse al servicio del equipo, hacer sacrificios, asumir costes y ponerse el mono de trabajo. Comprometer a cada ciudadano, a cada compañero de este gran equipo, requiere que entienda su papel y la importancia que tiene, y esté dispuesto a aceptarlo, a asumir los costes considerando el beneficio.

Está claro que hay algo que nos une. Y será más fuerte con el paso de los días, conforme nos unamos más como país. Sólo hay que asomarse a la ventana cada tarde hacia las 20:00 h. para ver cómo es eso de reconocer el mérito a un compañero que está haciendo una gran labor desde su posición, o cómo otros compañeros aportan todo su talento y conocimientos desinteresadamente a través de cada directo en las redes para hacer más llevadero el «partido». A eso se le llama apoyo, apoyo emocional, apoyo social entre los miembros de un equipo, y eso también une, también es esencial para que el colectivo rinda y logre la meta. Y es importantísimo, esencial, que lejos de criticar los fallos de alguna de las líneas (Se me ocurre la política, principalmente) toleremos un poco más (al menos en este momento, ya llegará la hora de analizar y mirar en retrospectiva para aprender, o incluso recriminar de manera constructiva), arrimemos el hombro y nos pongamos manos a la obra. Esto nos incumbe a todos. Es nuestro objetivo. Ahora cada uno sabemos lo que debemos hacer, y toca comprometerse con ello.

Nos gusta decir que nuestra selección o nuestro crack del tenis nos representan. Representemos ahora nosotros sus valores. Hoy, más que nunca, toca ser un equipo.  Unido, cohesionado, comprometido.

Ánimo, equipo. Todo va a salir bien.