Lo ha vuelto a hacer. Golazo, celebración sin camiseta y roja por doble amarilla. Aquella vez fue frente al Valencia, y en esta ocasión en la ida de Supercopa frente al FC Barcelona, pero con un añadido: Cristiano Ronaldo se perderá cinco partidos por empujar (levemente, sí, pero empujón al fin y al cabo) al árbitro. Dicen que la segunda amarilla fue injusta, pero la primera fue voluntaria (en tanto es conocido por todos que una celebración así es sancionada con tarjeta) Juzguen qué es peor.

Fuente: El País
Dos malas decisiones del jugador (por el coste que conllevan) originadas por una falta de control sobre la emoción del momento: euforia en el primer caso, rabia en el segundo. Es innegable que el deporte de competición es un contexto en el que afloran todo tipo de emociones, muchas veces de manera muy intensa. Y es también un contexto en el que deportistas y cuerpo técnico deben tomar decisiones, a veces de gran trascendencia, por las consecuencias que conllevan, y en espacios de tiempo muy cortos. De ahí la importancia de saber gestionar las emociones en el campo, la pista, el ring,… un calentón fugaz que te lleva a poner una zancadilla y dejar al equipo en inferioridad, una celebración antes de tiempo que te aleja de la carrera para que tu perseguidor termine ganándola… Por eso es esencial que el/la deportista adquiera y desarrolle una buena capacidad de autocontrol. Fijaos en Luis Suárez y su famoso mordisco antes de fichar por el Barcelona, y en cuyo caso el propio deportista decidió trabajar con un psicólogo.

Fuente: ABC
Este autocontrol es algo que conviene trabajar de manera constante y como una habilidad más, muy valiosa por cierto, pero a veces se hace necesaria una intervención específica y concreta para resolver situaciones de falta de control recurrentes y con consecuencias negativas para deportista y/o club ¿Cómo podríamos hacerlo?
Lo primero que necesitaríamos es contar con el compromiso y la participación activa del deportista, así como su buena disposición. Esto que parece tan evidente, no es fácil y habrá que escoger el mejor momento y forma para lograrlo. Analizar con él/ella los motivos por los que se pretende abordar el problema, examinar y discutir racionalmente ideas irracionales que respalden la conducta, evaluar los beneficios y costes que conllevan tanto la conducta problema como la intervención que se pretende llevar a cabo pueden ser vías útiles para conseguirlo.
Por otro lado, es necesario definir la conducta que queremos corregir, así como los estímulos antecedentes que parecen desencadenarla (aquellos ante los cuales tiene lugar) y las consecuencias que generan. Hay que entender muy bien cuál es el problema y hacer un análisis lo más detallado posible. Involucrar al deportista en este proceso, dibujarlo, esquematizarlo con su ayuda puede contribuir a mejorar su implicación y motivación por este proceso.
A partir de este conocimiento y comprensión detallados, ya podríamos atacar el problema por diferentes vías, pero en líneas muy generales, el objetivo sería preparar, junto con el deportista, una estrategia a seguir cuando se presente la situación antecedente (esos estímulos antecedentes de los que hablaba más arriba) Entrenar al deportista en detención del pensamiento para cortar la cadena de pensamientos que desencadena la respuesta, prepararlo para desviar la atención y reenfocarla (apartarse físicamente de la zona, aplicar un autodiálogo eficaz…) en estímulos y pensamientos alternativos…
Y con todo ello, el siguiente paso sería incorporarlo a la práctica habitual para que, en el momento de repetirse la situación, el deportista pueda emitir la conducta alternativa de forma natural y automática. La clave está en hacerlo de manera gradual, incorporándola poco a poco en entrenamientos y posteriormente en competiciones, con ejercicios diseñados para exponer al deportista a la situación, preparación previa en cada partido, etc. Habituación del deportista a la situación y, como en otras habilidades deportivas, entrenamiento y preparación de esta habilidad de autocontrol.

Fuente: Diario Qué!
No cabe duda que, según cada caso, puede resultar un proceso más o menos costoso y largo, por lo que conviene sopesar ese coste con los beneficios tanto para el deportista como para el equipo, para ver y decidir cuan rentable puede ser.
Tal vez en el caso del jugador del Real Madrid, el momento y resultado del partido y del torneo hayan suavizado y reducido a anécdota el caso. Tal vez desde el club no lo vean rentable tratándose de uno de los pesos pesados del vestuario con un rendimiento, en general, excepcional. Pero ¿sería igual si el equipo hubiera perdido a raiz de la expulsión? lo cierto es que, sólo por los cinco partidos de sanción, sería muy interesante plantearse este tipo de trabajo.
Por cierto, la sanción es justa, ejemplar y necesaria. Pero eso podría dar para otro post.
