Decía Toni Nadal que «un carácter entrenado en la fortaleza, es sumamente importante para gestionar el éxito y el fracaso, pero sobre todo la incertidumbre» Sin duda, su sobrino y alumno puede considerarse un claro ejemplo de dureza mental, algo que sus seguidores hemos disfrutado… y sus rivales han sufrido.
La dureza mental (o hardiness, término acuñado por Kobasa) es un constructo que agrupa tres componentes: control, compromiso y reto, y puede marcar la diferencia en el rendimiento deportivo. En líneas generales, los deportistas con altos niveles en esta variable, tienen una mayor capacidad para afrontar con garantías las situaciones potencialmente estresantes del deporte y algunos estudios apuntan a que son menos propensos a padecer lesiones y otras enfermedades ligadas al estrés.

Y siendo así, qué duda cabe de lo interesante que es poder desarrollar está cualidad en nuestros deportistas, pero, ¿es posible entrenar la dureza mental?
Soy de la opinión de que todo puede entrenarse y mejorarse. Si bien la herencia genética de cada uno afecta a determinadas características personales, ésto es tan sólo influyente y no determinante, lo cual deja un papel interesante a la experiencia a la hora de moldear determinados aspectos. Y la dureza mental no es una excepción. Siendo una variable compuesta por tres elementos, su desarrollo podría pasar por trabajar cada uno de ellos:
Al hablar de control nos referimos a la percepción que el deportista tiene acerca de su capacidad para controlar las situaciones estresantes. No es necesariamente control real de la situación, sino percepción subjetiva de control. Plantear retos alcanzables y de progresiva dificultad al deportista, diseñar entrenamientos en condiciones similares a las de la competición, establecer planes de acción y alternativas ante dificultades o entrenar al deportista en habilidades de afrontamiento pueden ser algunas opciones.
Con compromiso nos referimos a la tendencia que muestra el deportista para involucrarse totalmente con su actividad deportiva y sus objetivos. Involucrar al deportista en el establecimiento de objetivos interesantes, diseñar los entrenamientos para fomentar la motivación por éstos, o utilizar contratos son tres posibles alternativas para trabajar este aspecto.
Por último, cuando hablamos de reto, lo hacemos para referirnos a la capacidad de valorar las situaciones potencialmente estresantes como dificultades (y no como serias amenazas) e incluso considerarlas retos o desafíos interesantes, motivadores. Establecer objetivos adecuados, aprender a preparar la propia actuación personal o desarrollar una manera de funcionar objetiva a la hora de valorar los propios recursos y las demandas deportivas antes y después de cada competición constituyen maneras adecuadas para reforzar esta variable.
Más que entrenar la dureza mental, se trataría más bien de desarrollarla a través del entrenamiento diario y el modo de funcionar habitual. Se podría decir que, más que una intervención concreta y aislada, debemos considerarlo como una parte integrada en el conjunto de la preparación del deportista, tanto de manera directa (preparándolo directamente en habilidades psicológicas útiles para ello) como de manera indirecta (a través del entrenamiento diario y de su entorno cercano) De este modo, existen diferentes vías, estrategias y herramientas que, bien empleadas y en conjunto, contribuyen a que el deportista, más allá de emplear una, dos o tres técnicas útiles, termine por adquirir toda una forma funcionar y de afrontar los retos deportivos que se le presenten.
Y lo bonito de todo esto, es que somos muchos los que podemos participar de ello… desde entrenador/a hasta psicólogo/a, pasando por la directiva, compañeros/as o entorno familiar y social.
Referencias:
‘Psicología y lesiones deportivas: prevención y recuperación’. Buceta, J. M. (1996)
‘Todo se entrena’. Nadal, T (2013)
