El cómo, cuándo y dónde de la preparación mental

En un mundo cuyo ritmo está marcado por el resultadismo y el deseo de conseguir beneficios a corto plazo y bajo coste, el trabajo planificado y de largo recorrido, se presenta como un inconveniente y una pega a la hora de buscar o proponer soluciones. Sólo hay que ver los banquillos de los equipos de fútbol ante malas rachas de resultados (a veces muy cortas en relación a la duración de una temporada) o la respuesta de la afición ante la sequía goleadora de su delantero estrella. Queremos remedios a situaciones imprevistas o, en muchos casos, mal trabajadas desde el inicio. Y los queremos de manera inmediata.

Esto ocurre en todos los ámbitos, no sólo el deportivo. Por ejemplo, casi todo es «para ayer» en el entorno empresarial; nos metemos en «operaciones bikini» con plazos ajustadísimos que normalmente no llegan a ningún sitio; o pretendemos, en el plano académico, resolver un examen en las últimas semanas.

A la hora de trabajar aspectos mentales, también parece frecuente buscar atajos. Y ojo, porque en ocasiones es necesario, se trabaja sobre la marcha, ad hoc y a pie de pista, para solucionar determinados momentos con el deportista. Ayudarle a controlar su activación en los momentos previos, trabajar con ellos en los momentos de transición de una participación activa a otra, ayudándolo a relajarse la noche anterior y que pueda conciliar el sueño, etc… Pero el verdadero valor del trabajo a nivel de funcionamiento psicológico, viene de la labor desarrollada desde la planificación, el análisis, el método, y el trabajo a largo plazo.

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Fuente de la imagen: https://diagonales.com

Y es que de nada sirve enseñar un truco para salir del paso a lo que se avecina. Los trucos son para los magos, como las recetas lo son para los cocineros. Y a la hora de trabajar la mente y lograr resultados positivos y, sobre todo, consistentes y estables en el tiempo, se precisa método, dedicación, constancia, planificación. Se necesita estrategia.  Lo demás son parches que se terminan cayendo.

Del mismo modo que a la hora de trabajar la táctica, no vale cualquier técnica en cualquier fase del juego, cuando trabajamos la mente, no vale cualquier cosa en cualquier momento. Tampoco para cualquier persona.

Mucha gente se centra en el ‘cómo’. Queremos resultados rápidos, en el corto plazo. A veces los necesitamos, de hecho. Se acerca una competición importante, una prueba, un partido que está a la vuelta de la esquina. Y necesitamos afrontarlo en unas mínimas condiciones. Y podemos intervenir sobre la marcha, aportar soluciones inmediatas, pasajeras, para poder afrontar el momento. Pero más allá de eso, de poco sirven los parches. Enseñar una técnica de relajación suele ser lo más popular. Ese truquito para relajarse puede ser algo útil pero, ¿necesitamos relajarnos en ese momento? si es así, ¿hasta qué punto debemos hacerlo?, ¿una relajación profunda?, ¿un leve ajuste en mi activación?, ¿vale cualquier técnica para mí o por mis características personales es más apropiada una que otra?… no todo vale. Se necesita personalizar, ajustarlo a la necesidad real.

En teoría, aprender una técnica sobre una determinada variable psicológica está al alcance de casi cualquiera (otra cosa es el nivel de conocimiento que se alcance). El verdadero valor viene después, cuando sabemos determinar el ‘cuándo’ y ‘dónde’ aplicar la solución.

En esas dos palabras está la gran diferencia entre una intervención exitosa y una intervención sin efecto o, peor aún, contraproducente. Porque las situaciones y momentos que se pueden dar en el deporte son variadas, diferentes. Y para cada momento y lugar habrá una solución adecuada.

Podemos estar cerca o lejos de la competición; podemos necesitar más motivación o fortalecer nuestra confianza; podemos disponer de espacios apropiados para aplicar una u otra técnica, o tener que aplicarla (o autoaplicarla) en entornos menos apropiados, sobre la marcha o incluso mientras se compite; podemos encontrarnos en un periodo activo o no activo de la competición; podemos tener una fuerte activación fisiológica o de corte más cognitivo; tal vez necesitamos rebajar nuestra activación o darle un impulso y salir de la relajación en la que estamos…

Hace falta tiempo, compromiso, implicación por todas las partes. Hace falta entendimiento, coordinación, integración para respetar y aprovechar el trabajo del resto de participantes (entrenadores, médicos, fisios, nutricionistas…) Es necesario analizar  funcionalmente qué está fallando, qué se desea mejorar, cuál es el objetivo, por dónde podemos abordarlo… Se hace imprescindible hacer recuento y análisis de recursos y dificultades, momentos apropiados, ciclos, tiempos, etapas, periodos de la temporada… hay que jugar con cargas de trabajo, ser ecológicos con el resto de la vida del deportista, ver de qué manera se puede integrar nuestro trabajo, cómo le afecta, etc…

La solución, como se puede deducir, no está en un simple parche. El objetivo es pasar de la técnica a la estrategia, del remedio pasajero al método de trabajo interiorizado y que de autonomía al deportista, hasta el punto de no necesitarnos más… o al menos por una temporada. Pero siempre apoyándonos en esas tres patas: el cómo, el cuándo y el dónde.