Gran parte del éxito en nuestra mejora y progresión como deportistas y/o como equipos, reside en una correcta gestión de la victoria y la derrota, y en particular en una correcta relación entre el resultado final y las causas que lo han provocado.
Un resultado, positivo o negativo, constituye en sí mismo una fuente de satisfacción o insatisfacción importante. Si alguna vez has competido, sabrás de lo que te hablo. Un combate perdido, una mala actuación, etc. nos dejan siempre sensaciones y emociones negativas, y al contrario, ganar estimula, motiva, incentiva, nos genera sensaciones y emociones positivas. Nos da sensación de competencia, de control.
Y esta misma carga emocional impacta directamente en nuestras conductas deportivas, motivando o penalizando su aparición en futuras ocasiones.
En otras palabras, tenderemos a repetir aquello que entendemos que nos ha funcionado y a no hacer aquello que nos ha llevado a perder.
De ahí la importancia de una correcta gestión de la victoria y la derrota. Esto requiere, por parte de deportistas, entrenadores y demás protagonistas, una especial capacidad de análisis y autocrítica, y una visión objetiva a la que poco a poco hay que acercar nuestra percepción subjetiva y la de nuestro equipo, de modo que progresivamente pase a formar parte del funcionamiento normal. Algo que no es tan sencillo como pueda parecer.
Si analizamos un resultado con objetividad y rigurosidad, podremos encontrar aquello que realmente ha funcionado y aquello que no, y en consecuencia podremos determinar los ajustes que debemos hacer, lo que debemos consolidar y lo que debemos corregir. No hace falta que te diga lo importante que es esto para seguir trabajando y mejorando.
Hay que encontrar la verdadera conexión entre lo que hacemos y nuestros resultados ¿Cuáles son los principales errores que podemos cometer en este análisis? Veamos cuatro de ellos que son básicos:
– Muchas veces nos lanzamos con valoraciones subjetivas, sin criterios objetivos, sesgadas por intereses personales o expectativas previas, muchas veces poco realistas. Y así, un buen partido o una buena actuación puede ser vista como un verdadero fracaso o, al contrario, un resultado positivo haciendo un mal juego, puede verse como un éxito y como el camino a seguir. Hay que centrar expectativas y hacer una lectura objetiva del resultado final.
– Olvidamos que hay cosas que influyen y, nos guste o no, no dependen de nosotros. La climatología, el nivel del rival, su experiencia, nuestro estado físico, el acierto o desacierto de un juez de línea, etc… cierto es que hay que trabajar y poner foco en lo que depende de nosotros, pero a toro pasado, cuando ya hemos competido, conviene no sacar de la ecuación todo aquello que no podemos controlar y ha podido afectar. No son excusas, son circunstancias ajenas que nos han perjudicado o (importante) favorecido y que más adelante no tienen por qué repetirse.
– La mala y la buena fortuna también existen. Y en la misma línea, aunque nos interese trabajar fundamentalmente lo que está bajo nuestro control, esto no significa que neguemos la existencia de lo incontrolable, de modo que a veces, y aún haciendo todo bien, la fortuna no nos acompaña. Y también podemos hacer todo mal y que ese día entre la canasta, metas gol, consigas puntos, hagas un milagroso KO en el 3er round… ¿seguiremos confiando en el futuro en esa forma de actuar equivocada? Puede que sí, y ese es un importante error. Imagina un deportista que ejecuta una determinada técnica en unas circunstancias que no lo aconsejan, arriesgando más allá de lo marcado por la estrategia y en ocasiones, incluso de manera defectuosa… ¡pero acierta! arranca el aplauso y los elogios del público y compañeros, y sus acciones, inadecuadas, se ven automáticamente respaldadas, reforzadas ante este éxito que realmente es fruto de la buena fortuna.
– A veces atribuimos todo el éxito sólo a una parte de nuestra actuación y descuidamos otras que han sido importantes para lograrlo. Por ejemplo, un taekwondista que atribuye las causas de su victoria a su velocidad a la hora de combinar técnicas, y no da importancia al trabajo realizado a nivel de desplazamientos que le ha permitido evitar golpes y generar ocasiones para contraatacar.
A la vista de estos cuatro sesgos, parece evidente la relevancia que puede tener hacer una lectura correcta, lo más acertada y precisa posible de cada resultado deportivo y dar con las causas exactas que han llevado al mismo.

Fuente: eventosdeportivos.com
¿Cómo podemos anticiparnos y evitar, en la medida de lo posible, caer en interpretaciones erróneas? Lo importante es establecer relaciones de contingencia objetivas que el deportista perciba de manera correcta. Ahí van algunas ideas:
- Tengamos claro qué es éxito y qué es fracaso. Es importante que entrenador y deportista tengan claro qué es lo que se considera éxito y fracaso en cada caso concreto, y lo mejor es poner el foco en conductas, dejando fuera el resultado. Es importante que el deportista entienda qué se espera de él en términos de conducta, y esto implica la propia conducta y las circunstancias en las que ésta debe darse, así como aquellas en las que no debe darse. La comunicación con los deportistas es clave en este punto. Recuerda: conductas bien definidas, no resultados.
- Vamos a marcarnos objetivos realistas. Difíciles, retadores, pero alcanzables, claramente definidos y entendidos por todos, de modo que la expectativa sea razonable y esté clara. Y de nuevo, siempre basados en conductas técnicas, tácticas y físicas.
- Si se puede medir, se puede mejorar. Usar registros observacionales no deja lugar a dudas. Nuestra interpretación de la realidad nos confunde constantemente, pero los datos no mienten. Podemos perder el partido o el combate y no por ello ir por mal camino. Las conductas (técnicas, tácticas y físicas) adecuadas, nos deberían acercar, si son las acertadas (esto ya recae en el cuerpo técnico) al resultado y al objetivo buscados (ojo, nos deberían acercar, no nos garantizan lograrlos, ya que esto no va a depender 100% de nosotros)
- Reforzar, castigar, corregir. De manera inmediata a la acción en cuestión, y siempre con la premisa de que exista una definición bien clara de qué se espera del equipo o el deportista ¿Recuerdas el primero de estos cuatro puntos? si todos sabemos lo que tenemos que hacer y cuáles son las consecuencias, el trabajo será mucho más fácil y productivo. Comunicación, definición, confirmación (¿se ha entendido el mensaje?)
Para terminar, quiero recalcar la importancia que tiene una correcta gestión de la victoria y la derrota. El éxito y el fracaso pueden ser excelentes herramientas de aprendizaje y mejora que no deben ser desaprovechadas y que podemos optimizar si trabajamos con sentido común, rigurosidad y cabeza.
