Domingo, 17 de Septiembre. Partido PSG-Lyon, minuto 79. El delantero uruguayo, Edinson Cavani, se dispone a lanzar el penalty pitado a favor de su equipo, cuando en ese momento se acerca su compañero Neymar para reclamarle el lanzamiento. A partir de ahí, recriminación de Cavani, fallo del delantero y, dicen, fuerte discusión y posible pelea en el vestuario.
El caso del PSG de la presente temporada me recuerda, en cierto modo, al de aquel Real Madrid de los «Galácticos» que a principio de siglo reunió a estrellas de la talla de Figo, Zidane, Ronaldo o Beckham… con al menos una diferencia, y es que aquel equipo se fue formando de manera progresiva y éste se ha conformado en un sólo verano con 9 incorporaciones, entre fichajes y retornos de cesiones, y en las que destacan figuras como Dani Alves, Kylian Mbappé o el que ha protagonizado el traspaso del verano, Neymar.

Fuente: BBC
En aquel Madrid, el gran responsable del éxito del equipo entre 1999 y 2003 fue su por entonces entrenador, Vicente del Bosque. Si algo se le reconoce a del Bosque es la gran capacidad que demostró para manejar un vestuario con semejante grupo de grandes estrellas, futbolistas clave en sus selecciones y en sus clubes de procedencia, ganadores y/o aspirantes a títulos individuales como el Balón de Oro. Los mejores en su posición. Una labor de gestión de egos y construcción de equipo que en este caso recae sobre otro entrenador español, Unai Emery.
Porque a la hora de hacer que un grupo se convierta en un equipo efectivo, unido, cohesionado, el principal responsable (con el apoyo de los capitanes) siempre es el entrenador. Tal vez el episodio del penalty sea sólo la punta del iceberg de un problema mayor y que seguro viene arrastrando desde pretemporada.

Fuente: MasFutbol
En el campo vimos a dos compañeros enfrentados, dos personalidades chocando. Por un lado un recién llegado, Neymar, quien vino del Barça con una motivación clara: dejar de vivir a la sombra de Leo Messi y ocupar un rol de liderazgo y peso en un nuevo equipo. Y por otro, Cavani, un veterano en el PSG (en su quinta temporada) y segundo máximo goleador en la historia del club. Y en última instancia, un tercer actor que interviene en una jugada previa, Dani Alves, también recién llegado al club, privando deliberadamente a Cavani del lanzamiento de una falta para dar el balón y la oportunidad a su compañero Neymar.
Tal vez hablar de falta de cohesión en relación al caso Neymar-Cavani y desde mi cómodo asiento sea hablar muy a la ligera, pero podría ser. Habría que analizar con detalle la situación y las relaciones de todo el equipo, y no de un caso por lo pronto aislado, para tener una idea precisa. Pero lo cierto es que este caso aislado podría ser un signo de que algo no funciona, o al menos un problema que, de no abordarlo (cuanto antes, dicho sea de paso), podría muy probablemente afectar al resto de compañeros y a la unión y desarrollo del grupo, y con él a su rendimiento. Lo que sí es cierto, es que el equipo, como tal, está aún por construir y por ensamblar, y eso es algo natural y esperable. Un gran equipo es mucho más que la suma de sus individualidades.
Un aspecto que, en un equipo de estas características, conviene trabajar mucho desde el primer minuto, desde la pretemporada, y consolidándolo durante el resto del curso, no sólo por el éxito presente, sino por garantizar una continuidad y una estabilidad en el grupo que permitan mantener ese éxito por el mayor tiempo posible.
¿Cuáles pueden ser algunas de las claves para mejorar la situación?
Por un lado, la autoridad del entrenador debe ser máxima y debe quedar clara desde el primer momento. Es él quien debe marcar las directrices y tomar las principales decisiones ¿Significa esto que los jugadores necesitan mano dura? para nada. Adaptar el estilo de liderazgo y la toma de decisiones a cada momento y cada situación es una virtud que puede marcar la diferencia. Habrá decisiones en las que el míster deberá ser tajante, y otras en las que podrá optar por un modo más democrático. En algunos casos, incluso será aconsejable delegar. En cualquier caso, hacer partícipe al grupo de determinadas decisiones, contribuye a la unión y la cohesión del equipo.
Una de esas decisiones es establecer un objetivo grupal estimulante y motivador, e integrarlo con los objetivos individuales de cada jugador. Adicionalmente, es clave definir desde el principio y muy claramente los roles de cada uno de ellos y trabajar para que lo acepten. Conjugar objetivos, motivaciones y roles es fundamental.
Por otro lado, los capitanes del equipo son un valioso apoyo para el entrenador. Según investigaciones, «si los directores técnicos (entrenadores) y los capitanes comunican los objetivos, las tareas y los papeles de los miembros del equipo de manera clara, consistente e inequívoca, se logra una mayor cohesión» (Brawley, Carron y Widmeyer, 1993; Westre y Weiss, 1991)
Desarrollar una comunicación efectiva con el equipo es otra línea de acción fundamental, como hemos visto en el punto anterior. Ser abiertos, francos, directos, claros… y sobre todo escuchar activamente, facilita mucho el proceso. Junto con ello, mostrar una actitud empática y de respeto con los jugadores ayuda a que éstos se sientan cómodos con el entrenador, lo que contribuirá a la unión.
Un riesgo que puede existir es la formación de subgrupos dentro del equipo, algo que podría estar sucediendo a la vista del incidente y la intervención de Alves en favor de su compañero. Es muy importante estar atento a ello y a las relaciones que se van formando, y desarrollar acciones para poder evitarlo cuanto antes.
¿Y qué ocurre con la relación personal entre Neymar y Cavani?, ¿deben llevarse bien los jugadores para que exista este espíritu de equipo? no necesariamente. La historia nos ha demostrado en varias ocasiones y en diversas disciplinas deportivas, como el baloncesto o el beisbol, cómo equipos con disputas personales internas lograron un nivel de unión excelente y unos resultados deportivos formidables. La cohesión, como la definieron los psicólogos Carron, Brawley y Widmeyer (1992) es «un proceso dinámico que se refleja en la tendencia de un grupo a no separarse y permanecer unido con la finalidad de conseguir sus objetivos instrumentales o para la satisfacción de las necesidades afectivas de sus miembros», definición de la cual se desprende que existen dos tipos de cohesión: la cohesión social (que refleja el grado de aceptación y disfrute de las relaciones entre compañeros) y la cohesión de tarea (centrada en el trabajo coordinado que deben realizar los jugadores para conseguir ese objetivo común) Según algunos estudios, aunque ambas influyen en el rendimiento del equipo, es la cohesión de tarea la que tiene un mayor peso, y en muchas ocasiones, un buen trabajo en cohesión de tarea compensa los déficit que un grupo puede tener en cohesión social.
Por lo tanto, pueden estar tranquilos Neymar y Cavani, que no necesitarán ser amigos para ganarlo todo en el campo si, como profesionales, ceden en sus intereses individuales y sacrifican parte de sus egos en favor del beneficio común. Y la clave de ello recae en el entrenador, Unai Emery. Y quién sabe, tal vez hasta lleguen a entenderse…
Será interesante, en cualquier caso, seguir a este equipo a lo largo de la temporada y ver cómo el míster maneja la situación…
