Desde que nació nuestra pequeña, mi pareja y yo hemos estado buscando y cogiendo conocimientos sobre disciplina positiva. Realmente es ella quien más metida está, yo simplemente voy detrás aprendiendo lo que puedo. En cualquier caso, nos parece un enfoque perfecto para ayudar a que nuestra hija crezca fuerte y feliz.
Uno de los consejos que nos dieron recientemente era relativo a los columpios del parque, y básicamente consistía en no subir a la niña a aquellos columpios a los que ella, por su propia capacidad, no pudiera subir.
¿Qué se consigue con esto? Desarrollar su autonomía y su confianza. En general, cuando conseguimos cosas, cuando alcanzamos logros, nos sentimos seguros y confiamos en nuestra capacidad. Confiamos en nuestros recursos. Os puedo asegurar que cuando mi nena alcanza a subir sola a un columpio, la palabra «euforia» define bien su respuesta.
No sé si acertada o equivocadamente, a veces, cuando me lo pide, acerco a la niña a columpios a los que sé que no va a poder subir, para los que sé que (aún) no cuenta con recursos. Pero lo hago con una condición: que esté muy cerca de conseguirlo. Y lo intenta, se esfuerza. Me pide que la ayude pero no lo hago. Me mantengo cerca, la vigilo, pero la dejo sola ante el reto… Y cuando está a punto de conseguirlo… llega un momento en el que no puede avanzar. Y entonces baja, le digo un «bueno, casi casi, otro día lo intentamos» y nos vamos a otro más ajustado a su edad, que por supuesto logra subir sola.
En el deporte infantil pasa algo parecido en cuanto al nivel de los desafíos a los que enfrentamos a los niños.
Aunque a estas edades el objetivo debe ser educativo y formativo por encima de competitivo, es importante que los niños y niñas ganen. Pero, sobre todo, es importante que sepan relacionar sus conductas y su entrega con la victoria, que entiendan y conozcan qué han hecho exactamente para contribuir al triunfo, ya sea individual o del equipo. Que atribuyan el éxito a su conducta y su entrega. Esto, poco a poco, va cimentando la confianza en su propia capacidad. Por no hablar de lo que aprenden deportivamente y para sus próximas competiciones.

Fuente: generacionhcf.com
Y ahora llegan los columpios imposibles. Y es que, de vez en cuando, también es importante propiciar que nuestros/as pequeños/as deportistas vivan alguna que otra derrota. Y recalco el verbo propiciar (provocar, favorecer, etc.) porque es importante que los entrenadores, dentro de la preparación o en la planificación de la temporada, busquen para sus equipos enfrentamientos con rivales de nivel superior y que presenten un plus de desafío casi inalcanzable en el momento.

Fuente: psicologiadeportiva.com.arg
Los niños necesitan perder. Tanto como ganar. Básicamente porque la vida va, siendo simplistas, de ganar y de perder. A lo largo de la temporada perderán partidos, carreras, combates, lo que sea, y en otras ocasiones serán ellos/as quienes ganen. Y cuando sean mayores, aprobarán y suspenderán, convencerán y recibirán negativas, venderán y se encontrarán puertas cerradas, seducirán y recibirán calabazas. Y así con todo ¿Cómo esperamos encajar y superar los reveses que nos dé el deporte y la vida si no nos hemos enfrentado a ellos?
Saber perder no es sólo aceptar que te han ganado. Es eso y mucho más. Es saber que puedes perder y preservar tu confianza y tu autoestima. Es reconocer al rival su mérito con deportividad. Es saber sacar lecciones y aprendizajes útiles. Es aprender a analizar la derrota de manera justa y objetiva para extraer esas lecciones.
¿Quiere esto decir que de vez en cuando los niños deban llevarse un buen saco de puntos en contra? En absoluto. No se trata de escarmentar o hacer que se sientan humillados, deportivamente hablando. Si en el caso de un adulto una derrota abultada resulta dolorosa y te marca, imagina el efecto en un chavalín o chavalina que apenas da sus primeros pasos en el deporte. Mucho cuidado con esto.
En realidad las derrotas que nos interesan al hilo de lo que estamos tratando son aquellas derrotas controladas, esas en las que se pierde por la mínima, esas que encajamos por los pelos y que perfectamente podrían haber sido victorias. Ese punto de «casi lo consigues…», ese «me quedé a las puertas» es el que preserva la autoconfianza del perdedor/a y el que te respalda, como entrenador/a, para hacer un análisis objetivo de lo que se ha hecho bien y lo que se ha hecho mal y se puede mejorar para ganar la próxima vez. Y que además, tu equipo te escuche y no se deje abatir por la derrota. Saber que se pudo (y se podrá) hacer algo para mejorar el resultado, nos da una sensación de control muy importante.
Como seguramente puedas deducir, saber encontrar las oportunidades para hacerlo es toda una habilidad y un trabajo para quienes se encargan de entrenarlos y prepararlos, pero por todo lo comentado, es muy importante que los niños y niñas pierdan, y no de cualquier manera, no a cualquier precio, no a costa de su autoconfianza.
