El doble acierto de Simone Biles

Al fin, y tras un año 2020 marcado por la pandemia mundial provocada por la Covid-19, pudimos disfrutar de los Juegos Olímpicos de Tokio. El hecho de que aún y con todo hayan estado condicionados por esta situación sanitaria (competir sin público, un año de espera e incertidumbre…) da para muchos textos en blogs y revistas especializadas. Pero yo hoy quiero centrarme en la figura de Simone Biles.

La gimnasta estadounidense era una de las estrellas destacadas que más expectación levantaba entre los aficionados al deporte que han estado siguiendo este evento. Sus éxitos pasados recientes (cuatro oros y un bronce en los Juegos de Río 2016 y 19 títulos acumulafos de campeona mundial) generan unas elevadas expectativas y pocos queríamos perdernos lo que se antojaba como una actuación estelar. Sin embargo, Biles se retiró el primer día en la prueba por equipos y, posteriormente, renunció a participar en el resto de modalidades. Fue su primera decisión acertada. La causa, un problema de ansiedad.

La repercusión de su baja fue tremenda. Y cobró más valor aún cuando la propia deportista reveló el motivo: «Tengo que concentrarme en mi salud mental», declaraba la estrella estadounidense tras retirarse.

Fuente: Getty Images para BBC.com

A partir de aquí, opiniones de todo tipo, pero con una notable mayoría (al menos eso se percibe) de gente que apoya a la deportista y muestra su admiración por su decisión. Yo no quise entrar en analizar lo sucedido en términos de causas ni hacer un análisis que se escapa de mis manos y de cualesquiera que no estén metidas en el día a día del trabajo con un deportista en concreto, en este caso Simone Biles. Pero sí puedo valorar la decisión y la repercusión que puede tener para otros deportistas.

¿Es una decisión admirable y valiente? sí, en el marco y el contexto del deporte de alta competición en el que la exigencia es máxima y en el que, a pesar de ser algo poco a poco más normalizado, la salud mental aún parece tener algo de tabú. Y por eso pienso que no debería ser admirable, no deberíamos tener motivos para aplaudir su decisión más de lo que la aplaudiríamos una lesión física. Pero, en este contexto, es un ejemplo importante para otros deportistas por lo que supone su figura a nivel mundial. Es, ante todo, una decisión inteligente y acertada que se suma a la de Osaka y otros tantos deportistas que cada vez ponen más de relieve la importancia de la salud mental en el deporte.

Porque, si bien en general lo es, en el caso de la disciplina de Simone, es especialmente importante y crítico que la atleta esté centrada, segura, confiada en su ejercicio. Las consecuencias pueden llegar a ser mucho más que fallar un movimiento o tener una puntuación baja. Está en juego el físico, e incluso la vida. Un interesante y al mismo tiempo estremecedor hilo en Twitter nos da el ejemplo de tres atletas, Julissa Gómez, Christy Henrich y Elena Mukhina, cuyas vidas se truncaron por no parar cuando debían hacerlo.

El 3 de Agosto, Martes, Simone Biles volvió a competir. Era la final de la barra de equilibrio, última de gimnasia artística femenina de Tokio 2020. Su reaparición fue vista de manera muy positiva. Fue su segundo gran acierto.

Intuyo que esta decisión fue meditada, planificada, trabajada. Que no fue tomada el día que la deportista se vio obligada a dejar de competir, y que antes de siquiera plantearse la opción, tuvo prioridad un trabajo «reparador» para paliar la crisis sufrida. Y en función de esto plantearse, o no, otras cosas. Lo primero es la persona. Descaradamente obvio.

Fuente: El Periódico

La decisión de «reengancharse» a la competición no me parece trivial ni caprichosa, y creo que tiene una trascendencia tremenda para continuar con el futuro inmediato de su carrera deportiva. Y es que no es lo mismo a nivel de confianza irse de la competición sin haber podido disputar la gran mayoría de pruebas, por muy justificado que esté, que salir de Tokio con la certeza de haber lidiado con una importante crisis y haber retomado el control.

No se trata del bronce. Esto no va de medallas. Ni siquiera va de dominar el ejercicio. Va de volver a percibir control, de sentirse altamente competente y capaz.

Y por supuesto que estos Juegos no queden asociados en su memoria a la percepción de falta de control que puede generar en el deportista lo que Biles experimentó y que, al contrario, salga con la cabeza alta y buen sabor de boca para afrontar lo que viene.

“Ya estaba orgullosa de mí misma simplemente por haber logrado estar ahí después de por lo que he pasado”, dijo tras lograr el bronce. “Ni esperaba ni buscaba una medalla. Solo quería estar aquí por mí, y eso es lo que hice”

De sus palabras se deduce que, entre el trabajo realizado, hubo un reajuste de expectativas, replanteando el objetivo a la baja (sin contemplar medalla alguna) e incluso, tal vez, sin plantear un objetivo relacionado con el resultado. Sólo aquello que esté bajo tu propio control, sea cual sea el resultado. Como leí hace dos días a Pep Font, psicólogo del CAR de Sant Cugat, «cuando lo único que importa es el resultado, estás muerto»

Simone Biles reapareció, y recibió el refuerzo positivo en forma de gran ovación del público, y el que le dio la propia satisfacción por verse capaz de salir y realizar su ejercicio, lo que le da una nueva perspectiva de su paso por Tokio que le ayudará, sin duda, a seguir por su buen camino deportivo.